HISTORIAS DE LA CALLE
Plaza Sarmiento - Imagen de: www.skyscrapercity.com |
Yolanda Elsa Solís Molina
Barcelona, España
Mariana sentada en el bar de la calle Rioja de Rosario,
contemplaba el ir y venir de la gente del otro lado del vidrio en actitudes,
expresiones, modos de caminar, arrasando o vacilando, que dejaban claro
situaciones, caracteres, estados de ánimo... El paso lento, cansado de los
ancianos, la insolente y vital fuerza de los jóvenes, la preocupación y el
rostro tenso de la llamada ama de casa, a la que siempre le falta el
tiempo....Es el prototipo, pensó, de la que aprovecha cada minuto de su vida,
para demostrar su eficiencia, pero que desconoce el valor de una pausa
contemplativa, de un momento sólo para reflexionar, para aquietar el alma, para
crecer como persona...inmersa en su apresurada vida de demostraciones de valor,
aunque ello sacrifique su ignorada interioridad. Su mirada, entonces, se vio
atraída mientras terminaba su café, por la desolada, el buscador de ocasiones,
el jovencito tratando de acaparar la atención de su compañera de ricitos rubios
y anillitos de plata, el gordo señor parado frente a la pizarra del menú del
restaurante de enfrente... Le gustaba imaginar el final de cada historia y la
incidencia que cada actitud tenía en ella... Los hombros frágiles de la sola,
se detienen ante la vidriera del bar, mira hacia adentro, vacila un minuto y
luego entra a comprar dos empanadas, que, seguramente compartirá con su gato,
en una fría y gran casa de pasillo. Entra al bar, un viajante, arrastrando los
pies, con la corbata torcida y la camisa mojada. Se sienta como si fuera de
plomo, en una mesa pequeña, debajo de la cual, sus piernas entran por milagro y
sus mocasines vapuleados, no dejan enfriar a sus pies deshechos y doloridos.
Como la imagen de los contrasentidos, pasa por la vereda una señora gruesa y
desaliñada, llevando, con suma delicadeza, un ramo de rosas, su rostro tienen
la alegría de gozar por anticipado la sorpresa de su destinataria. Sigue por el
centro de la ciudad el interminable deambular de los chiquitos de ojos enormes
y uñas sucias que ofrecen con voz lastimera bolígrafos y analgésicos,
controlados desde la esquina, por el vago de saco grande y vergüenza escasa...
Como personajes obligadas de esta historia de la calle, enhebrada por Mariana
desde la mesa del bar, entran dos nenitas ofreciendo en conitos de plástico,
rosas de dudosa frescura, a la disparada, antes que las retiren no del todo
amablemente los mozos, pero, angustiadas si no venden, por el coscorrón de la
hosca mujer, que las espera afuera, con un bebé maloliente en sus brazos... Las
dos gitanas, pasan comentando sus ventas de San Cayetano, con los ramitos de
trigo. Ellas visten comúnmente, pero su decir vivo y rápido, las delata. Se
sientan en la vidriera de la librería, sin dejar de hablar a una velocidad que
hincha las venas de sus delgados cuellos morenos. La somnolienta señora del
quiosco de revistas, sentada en su sillita baja, aprovechando la sombra del
toldo de la librería, mira a las gitanas como si fueran el paisaje. ¡Adiós
doctor...se saludan dos hombres pulcramente vestidos con papeles y portafolios
en sus manos, mientras el vendedor de termos, cuchillos, cubiertas de
documentos y pulseras artesanales bosteza, cuando su compañero le guiña un ojo
diciendo; estos sí que no tienen problemas... son concejales... El vendedor
clandestino de empanadas turcas, arma un revuelo en plena Plaza Sarmiento,
recogiendo apresuradamente dentro de su mantel la mercadería, manoteando
apresuradamente la mesita plegable, saliendo a la disparada, al ver a los
inspectores municipales... Los de la casa de cambio, siguen inmutables,
vendiendo, comprando monedas, mientras el mundo se mueve, vive o muere a su
alrededor... mientras en la agencia de loterías, los ilusos siguen probando y
el dueño del negocio, único ganador, abre otra agencia a la vuelta.
© YOLANDA ELSA SOLÍS
MOLINA, poeta y escritora argentina MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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