Nuestra amiga y colaboradora, Salomé Moltó, publica un relato en ASOLAPO-Argentina que comparte con todos nosotros:
HACIENDO ¡CHUT!
Imagen de: http://antoncastro.blogia.com |
SALOMÉ MOLTÓ
Estuve esperando a mi
madre toda la tarde. Cuando apareció, anochecía. Cuando le reproché su tardanza
esbozó una ligera sonrisa y se sentó junto a la mesa redonda. Me dijo con la mirada
ausente que ya no iba a ocuparse de mi padre que por ella se podía quedar para
siempre en el hospital, que aquellos seis meses en que él había permanecido
ingresado por el accidente de moto que sufrió, habían sido para ella, los más
dichosos de su vida. No hice caso y junto con mi hermana arreglamos el traslado
de nuestro padre al pueblo. Lo colocamos en la habitación cercana al comedor
para que a mi madre, le fuera más fácil atenderlo, ya que por un tiempo
llevaría la pierna escayolada y sus movimientos le serían penosos. Nuestra
madre no estaba en casa, ni en el pueblo, ni en ninguna parte. Nos quedamos con
nuestro padre para cuidarlo mientras averiguábamos donde había ido nuestra
madre. Llamar a su hermana, la tía Clara, se convirtió en un enorme debate
entre mi hermana, mi hermano que se había desplazado desde la ciudad y mi
hermana que vivía en el pueblo. “¿Cómo se lo planteamos a la tía?, no va a
comprender nada” “Ni nosotros tampoco” repuso mi hermano. “Yo la encontraba un
poco rara de un tiempo a esta parte. Las relaciones con nuestro padre habían
empeorado. La verdad que nunca la trató bien y ahora después de cincuenta años
casados, ella dice que no lo va a cuidar. ¿Por qué? Dijo mi hermana. Nos
enzarzamos en una discusión larga y agotadora, salieron a relucir ciertos
acontecimientos ocurridos años atrás entre nuestros padres cuando éramos
pequeños. Todos superados por la gran paciencia de esta mujer, tolerancia y
sacrificio a los que nos habíamos acostumbrado todos. De momento se abrió la
puerta de la habitación y dejamos de discutir, mi madre toda sonriente, con el
pelo recién peinado, la manicura hecha y el rostro maquillado, casi no la
conocimos, entró triunfante. Nosotros espantados la mirábamos no comprendiendo
qué podía pasarle a nuestra madre. Nos miró y nos dijo: “Me voy de crucero,
hace diez años que quería hacer este viaje y vuestro padre me lo impidió
siempre, ahora me voy, serán unos diez días, así que os quedáis vosotros unos
tres días cada uno cuidándolo y en paz. O lo dejáis que se las componga solo,
que ya es mayorcito. Mi padre quiso gritarle, proferir algunas de sus palabras
y amenazas habituales, mi madre poniéndose el dedo sobre los labios le lanzó un
signo de silencio y salió alegremente por la puerta.
- Cállate papa ¡chut!, le
dije, ¡chut! hicieron mis hermanos y todos salimos de la habitación, haciendo
¡chut! Nos fuimos cada uno a nuestras obligaciones estando seguros que las
cosas iban a cambiar inexorablemente a partir de ese momento, sobre todo para
nuestra madre.
©SALOMÉ MOLTÓ, poeta y
escritora española MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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