EL CLUB DE LOS MELANCÓLICOS, obra de Delfina ACOSTA
Entré, por aquello del destino, o de los hados de la casualidad, si es que existieran tanto el uno como los otros, en un café en cuya puerta colgaba un desvencijado cartel en el que pude leer El Club de los melancólicos de Delfina Acosta, bienvenidos, pasen y disfruten con la lectura.
Hasta aquí quedé maravillado por tan original reclamo publicitario que tenía aquel café, y sin pensarlo dos veces, allí que entré. Para mi sorpresa, en su interior, había un variado y peculiar número de clientes, de los que pude oír historias que van más allá del realismo mágico. Pero, ¿qué puede estar más allá de ese realismo al que tan bien nos acostumbrara el Gabo? -me pregunté. Y la respuesta vino a modo de relato, que cada uno de aquellos personajes me contara.
Y es que introducirse en cada uno de los relatos que, con tanta soltura y elegancia, nos narra Delfina Acosta, es ir metiéndose en la piel del otro, de los otros, de esos personajes en los que la autora se recrea como el alfarero que amasando el barro en su más brutal origen lo convierte en pieza de belleza inigualable. Delfina es, no ya una alfarera de la palabra, que moldea con sus manos inquietas e imaginativas el barro del que están hechas las mismas, sino que podría decirse que su trabajo roza el del orfebre, hay una riqueza de metáforas en estos relatos que componen El Club de los melancólicos, que nos trasportan a un mundo fantástico donde lo real no parece ser más que una anécdota imprevisible, una verdad que es verdad por la forma en que Delfina la cuenta, que diría Gabriel García Márquez: “La verdad no parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga” y que Tania Alegría –prologuista de
este libro de relatos- usa tan convenientemente para ponernos en antecedentes sobre lo que vamos a encontrar una vez abrimos la primera página del libro.
Delfina Acosta es, sin duda, una de las voces de la literatura latinoamericana a tener en cuenta, sobre todo en estos tiempos, donde tan necesitados estamos de escritores del calibre de esta escritora que desde Paraguay nos otorga el privilegio de leer sus versos, y sus relatos que son la consecuencia del esfuerzo, del sacrifico, del amor a la poesía y buen hacer en el mundo de las palabras.
Ni que decir tiene que Delfina Acosta es una escritora universal, y sus textos se encargarán de que así sea.
SALVADOR MORENO VALENCIA, Fundador y director del periódico Belianís, información general y cultural, y de la revista literaria Letras.
Entré, por aquello del destino, o de los hados de la casualidad, si es que existieran tanto el uno como los otros, en un café en cuya puerta colgaba un desvencijado cartel en el que pude leer El Club de los melancólicos de Delfina Acosta, bienvenidos, pasen y disfruten con la lectura.
Hasta aquí quedé maravillado por tan original reclamo publicitario que tenía aquel café, y sin pensarlo dos veces, allí que entré. Para mi sorpresa, en su interior, había un variado y peculiar número de clientes, de los que pude oír historias que van más allá del realismo mágico. Pero, ¿qué puede estar más allá de ese realismo al que tan bien nos acostumbrara el Gabo? -me pregunté. Y la respuesta vino a modo de relato, que cada uno de aquellos personajes me contara.
Y es que introducirse en cada uno de los relatos que, con tanta soltura y elegancia, nos narra Delfina Acosta, es ir metiéndose en la piel del otro, de los otros, de esos personajes en los que la autora se recrea como el alfarero que amasando el barro en su más brutal origen lo convierte en pieza de belleza inigualable. Delfina es, no ya una alfarera de la palabra, que moldea con sus manos inquietas e imaginativas el barro del que están hechas las mismas, sino que podría decirse que su trabajo roza el del orfebre, hay una riqueza de metáforas en estos relatos que componen El Club de los melancólicos, que nos trasportan a un mundo fantástico donde lo real no parece ser más que una anécdota imprevisible, una verdad que es verdad por la forma en que Delfina la cuenta, que diría Gabriel García Márquez: “La verdad no parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga” y que Tania Alegría –prologuista de
este libro de relatos- usa tan convenientemente para ponernos en antecedentes sobre lo que vamos a encontrar una vez abrimos la primera página del libro.
Delfina Acosta es, sin duda, una de las voces de la literatura latinoamericana a tener en cuenta, sobre todo en estos tiempos, donde tan necesitados estamos de escritores del calibre de esta escritora que desde Paraguay nos otorga el privilegio de leer sus versos, y sus relatos que son la consecuencia del esfuerzo, del sacrifico, del amor a la poesía y buen hacer en el mundo de las palabras.
Ni que decir tiene que Delfina Acosta es una escritora universal, y sus textos se encargarán de que así sea.
SALVADOR MORENO VALENCIA, Fundador y director del periódico Belianís, información general y cultural, y de la revista literaria Letras.
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