Desparacitación del prólogo
La poesía de Javier Gaytán surge del movimiento
general indiscriminado de la vida fuera de todo precepto o norma impuestos al
cuerpo, al instinto o al deseo. Su abstracción viene de las claves de la sangre
fresca o seca, del viento, las sensaciones sexuales confundidas con ternuras
avispas e imágenes renovadas de otro amor. Entre sus palabras se arremolinan
todas las versiones de lo humano: el niño es estatua, el hombre una mujer, la
mujer la vagina del misterio, la Atenea giganta que no denosta al escroto y
bebe estirpes hormonales; ahí, las membranas son lentes del infinito y le
permiten sagradas ósmosis. Versos libérrimos y formas clásicas de la poesía se
suceden encarándonos al lodo, a la estrella que nos representa, a la rata
explotada bajo la llanta, a las chispas en oleaje del orgasmo.
Sembrada de
neopalabras violentas, fisuras y finuras sensuales y majestuosa aceptación
cloacal, la escritura de Javier enfurece, duele, arde como limón y sal en un
raspón, se clava, porque enfrenta nuestra hipocresía, vuelve aurática la
inocencia y nos enamora del abismo.
Elia Espinosa
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