Gloria Fuertes |
Gloria Fuertes nació el 28 de julio de 1917 en Madrid. Su
madre era costurera y su padre portero. Estudió en un colegio de monjas en la
calle Mesón de Paredes. A los 14 años pasó al Instituto de Educación
Profesional de la Mujer, donde se diplomó en Taquigrafía y Mecanografía,
Gramática y Literatura, así como en Higiene y Puericultura.
A los 17 años pierde a su madre, y empieza a trabajar
como contable en una fábrica, donde entre cuenta y cuenta escribe poemas. En
1935 publicó sus primeros versos y dio sus primeros recitales de poesía
en Radio Madrid.
De 1938 a 1958 trabaja de secretaria, y en 1939
aparece como redactora de la Revista Infantil "Maravillas",
donde publica cuentos, historietas, poesías para niños, hasta el año 1953.
De 1940 a 1945, se estrenan obras suyas de teatro infantil, y empieza a colaborar en una revista femenina
"Chicas", donde publica cuentos de humor. Posteriormente también colabora para las revistas
"Postismo", "Cerbatana", y obtiene el primer premio de
"Letras para canciones" de Radio Nacional de España, en 1947.
Publica en 1950 "Isla Ignorada", su primer
poemario, y al año siguiente funda el grupo femenino "Versos con
faldas", y estrena su primera obra teatral en verso "Prometeo".
A partir de 1954 publica "Antología Poética", "Poemas del
suburbio", "Aconsejo beber hilo", y entre 1955 y 1960 cursa
estudios de biblioteconomía e inglés en el International Institute. Gloria
Fuertes organizó la primera biblioteca infantil ambulante para pequeños
pueblos.
De 1961 a 1963 reside en los Estados Unidos
impartiendo clases en muchas universidades. A partir de estos años su actividad
es imparable. Fallece el 27 de noviembre de 1998.
La Poeta
La poeta
se casó con el poeto
Y en vez
de tener un niño
Tuvieron
un soneto.
*****
Cangura para todo. Selección
Sonó el timbre. El señor abrió la puerta. La escalera estaba muy oscura. Alguien, con un pañuelo atado a la cabeza, le
entregó una tarjeta que decía:
«SE OFRECE CANGURA MUY DOMESTICADA
PARA DOMESTICA»
-Pase, por favor; llevamos un mes
como locos sin niñera ni cocinera. Siéntese.
El señor abrió de par en par la
ventana y de par en par los ojos. Ante
él tenía un canguro imponente.
-¡Pero bueno! ¿Pero cómo? ¿Pero
cómo ha llegado usted aquí?
-Pues saltando, saltando, un día
di un salto tan grande que me salté el mar.
-¡Clo! ¡Clo! -el señor parecía que
iba a poner un huevo, pero era que llamaba a su esposa, que se llamaba Dulce
Mariana Clotilde del Carmen, pero él, para abreviar, la llamaba Clo.
Apareció Clo y desapareció al
mismo tiempo gritando:
-¡Dios mío, hay un canguro en el
sofá! ¡Un canguro!
-Cangura, señora, cangura, soy
niña -aclaró el animalito, estirando sus orejas y lamiéndose las manos.
-¡Ven, Clo! Ten confianza...
Volvió a aparecer Clo muerta de
asombro.
-Mírala bien, parece limpia y
espabilada, además a los niños les gustará; yo creo que conviene que se quede
en casa.
Clo, la señora, miraba a la
cangura de reojo, tragando saliva...
-¿Cuál es su nombre? -preguntó por
preguntarle algo.
-Marsupiana, para servirles.
Y la cangura se quedó en casa para
servirles. ¡Y qué bien servía! Desde la mañana comenzaba a trabajar.
-¡Marsupianaaa! Tráenos el
desayuno a la cama.
Y la cangura, con su bandeja en la
tripa, iba y venía veloz.
-¡Marsupianaaa! ¡Vete a la compra!
Y la cangura iba y venía veloz con
su «bolsa» llena de verduras, botellas y pescadillas.
-¡Marsupianaaa! ¡Lleva a los niños
al colegio! ...
-¡ Marsupiana ! ¡ Lleva a los
niños de paseo, lleva el cochecito!
-No señora, no lo necesito.
La cangura metía a los dos
pequeños en su «bolsa-delantal» y a los otros dos se los montaba en la potente
cola y saltando de cinco en cinco los escalones se plantaba en un segundo en el
portal. Cruzaba la calle de un salto por
encima de los coches y por encima del guardia de la porra. Lo tenía bizco.
Marsupiana para todo era rápida,
trabajadora y obediente. Los señores estaban muy contentos con ella, le subieron
el sueldo. Y le hicieron la permanente.
-¡Marsupianaaa! Date una carrera a
casa de mi suegra, que no funciona el teléfono y tú llegas antes que un
telegrama.
-¿Y qué le digo?
-Lo de siempre, que no venga.
-¡Marsupianaaa! -Mándeme, señora.
La señora tenía una regadera en la
mano.
-Mira, Marsupiana, esta tarde
tenemos una fiesta y tú tienes que ayudarme.
-Sí, señora; cuando vengan las
visitas les quito el abrigo, los sombreros, los paraguas, todo. Y les sirvo las
rosquillas y la gaseosa... ¡ Estaré de camarero!
-¡No, vas a estar de florero!
Mira, te colocas en este rincón, ahí, ¡quieta! ¡No te muevas! Y ahora, abre
bien la «bolsa».
La cangura abrió también la boca
mientras doña Clo le regaba la tripa.
-¡Aaaay!
-¿Qué te pasa?
-¡Qué está muy fría el agua,
señora!
Doña Clo bajó al jardín y volvió
con un gran ramo de flores; estas flores las fue colocando muy artísticamente
dentro de la bolsa de la cangura.
-¡Aaaay!
-¿Qué te pasa ahora?
-¡Que me hace usted cosquillas con
los tallos, doña Clo, en el mismísimo ombligo!
Llegó la hora de la fiesta y
Marsupiana fue el comentario de los invitados.
-¡Uy, qué precioso rincón! ¡ Qué
maravillosa escultura! ¡Qué original florero!
-¡Qué realismo! Parece que esté
vivo y coleando...
-Pero... ¿Qué es esto?
-preguntaban las más estúpidas.
-Ya veis lo que es, una cangura
disecada, mi marido es cazador y tiene muchas.
A Marsupiana cada vez que la
llamaban «disecada» le daban temblores y le entraban ganas de
estornudar... Lo peor fue cuando una
avispa empezó a pasar y repasar a un centímetro de su hocico. La cangura sudaba y bizqueaba siguiendo el
vuelo del insecto, hasta que sintió un terrible picotazo en la punta de la
nariz y, dando un gran salto, se encaramó a la lámpara del techo.
-¡Socorro, el canguro se ha
desdisecado!
Cuando la cangura Marsupiana miró
hacia el suelo, había una alfombra imponente de señoras desmayadas; menos doña
Clo, que le dio por reír.
Llegó el calor, y con el calor
bajaron las maletas de los armarios. Como no les cabían todas las ropas,
tuvieron que usar a la cangura de maletín. La facturaron como equipaje porque
costaba menos que un billete. Le pegaron
una etiqueta en la tripa con las señas del Puerto. La etiqueta se le despegó con el calor y el
Jefe de Correos la mandó a Australia.
Marsupiana estaba cansada,
aburrida y mareada del barco. Cuando oyó
que se paraban las máquinas, ¡ya no pudo más! Saltó por una ventana redonda y
fue a parar al agua, afortunadamente cerca de la playa. Aquel sitio le era conocido, aquellos montes
y aquellos árboles le recordaban algo...
De pronto, una nube de canguros la acorralaron y la besuquearon. Todos sus primos y demás familiares brincaban
de felicidad riendo a carcajadas con la cola.
**********
EL CAMELLO COJITO
(AUTO DE LOS REYES MAGOS)
El camello se pinchó
Con un cardo en el camino
Y el mecánico Melchor
Le dio vino.
Baltasar fue a repostar
Más allá del quinto pino....
E intranquilo el gran Melchor
Consultaba su "Longinos".
-¡No llegamos,
no llegamos
y el Santo Parto ha venido!
-son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido-.
El camello cojeando
Más medio muerto que vivo
Va espeluchando su felpa
Entre los troncos de olivos.
Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
-Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.
Al camello le dio hipo.
¡Ay, qué tristeza tan grande
con su belfo y en su hipo!
Se iba cayendo la mirra
A lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.
Y a las tantas ya del alba
-ya cantaban pajarillos-
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
-No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero, repitió el Niño.
A pie vuelven los tres reyes
Cabizbajos y afligidos.
Mientras el camello echado
Le hace cosquillas al Niño.
*******
DOÑA PITO PITURRA
Doña Pito Piturra
Tiene unos guantes,
Doña Pito Piturra
Muy elegantes.
Doña Pito Piturra
Tiene un sombrero,
Doña Pito Piturra
Con un plumero.
Doña Pito Piturra
Tiene un zapato,
Doña Pito Piturra
Le viene ancho.
Doña Pito Piturra
Tiene toquillas,
Doña Pito Piturra
Con tres polillas.
Doña Pito Piturra
Tiene unos guantes,
Doña Pito Piturra
Le están muy grandes.
Doña Pito Piturra
Tiene unos guantes,
Doña Pito Piturra
¡lo he dicho antes!
*******
LA VACA LLORONA
La vaca está triste,
Muge lastimera,
Ni duerme, ni bebe
Ni pasta en la hierba.
La vaca está triste,
Porque a su chotito
Se lo han llevado
Los carniceros
Al mercado.
Está tan delgada,
La vaca de Elena
Que en vez de dar leche,
Da pena.
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