Por.
Eduardo Sanguinetti, 9-I-2017
Si
no creyera en la eficacia de mis palabras dejaría de denunciar de manera
cotidiana y placentera a los miserables de este mundo, el real y el virtual, y,
estimado lector, cuántos/as alcahuetes, traidores y cobardes en puestos de
poder, cuántos/as mentirosos, bocones, ladrones, hipócritas, ignorantes,
psicópatas, mezquinos, envidiosos, ávidos y resentidos, que en el día a día
intentan, casi siempre con éxito, truncar nuestros destinos y destruir nuestras
vidas.

Existirían
pues dos posibles cualidades distintas para la clausura del sentido, en este
tiempo y espacio: – La falta de necesidad de un sentido. – La necesidad de un
sentido que no existe.
En
esta deconstrucción declaro la muerte del sentido, que ya no conmueve ni
conduele al habitante del tercer milenio, quien tampoco ofrece exaltaciones y
enaltecimientos en el florecimiento esplendoroso de cenotafios y sepelios, en
una auténtica primavera de la ignorancia y la carencia de instintos básicos,
donde la historia, ya carece de significado, la memoria se ha olvidado de ser
destino y solo las Bolsas de Valores son permeables, y vulneran la sensibilidad
del ciudadano del mundo.
Las
naciones de Occidente cerraron sus fronteras a la “miseria del mundo”, pero
dejan fugarse millonarios capitales a paraísos fiscales, que hacen a la
estructura económica y social del Estado de una nación estafada.
Los
mercados pueden elegir a sus pobres, pues siempre se encuentran pobres más
pobres, menos rebeldes, menos exigentes, más funcionales a ser explotados,
“saldos fantásticos” de carne humana degradada, ya sin ánimos de lanzar el
alarido de la ira y el dolor.
Los
pueblos amancebados, sumisos y anestesiados están cansados… lo dieron todo,
cedieron lo que no tenían y están solos, muy abatidos por el aparato neoliberal
accionando en su cenit, aparato de dimensiones monstruosas, sumergido en el
sarcasmo del pensamiento único, en plena vigencia.
El
régimen dictatorial -disfrazado de democracia- en el que permanecemos y a cuya
autoridad estamos sometidos, sojuzgados y reprimidos -a pesar de poder en mi
caso- manifestarlo en sentidas palabras, que serán satirizadas por la estupidez
de los escribas del sistema de corporaciones multinacionales, no nos gobierna
oficialmente, sino a través de marionetas, a las que se los denomina
presidentes, ministros y legisladores, siempre listos para lo que manden estas
transnacionales, aún a costa de la vida y el hambre de los pueblos que los han
elegido, haciendo uso del único derecho obligatorio, de que ¿gozan?, votarlos
en elecciones ¿libres?
¿Quién
hoy hace un análisis pormenorizado y propone alguna alternativa válida, que se
oponga realmente a esta realidad? Solo se escuchan ecos, se leen informes de
informantes alcahuetes, habilitados para decir a modo de primicia lo que ya
nadie ignora… festival de estallidos de sordos, ciegos y mudos endémicos
simulando disimular, negándose a asumir la caída del hombre y su destino.
Pareciera
que todos aprueban estas usurpaciones, conquistas, considerándolas inevitables,
y me pregunto ¿no podemos al menos conquistar la libertad perdida, situándonos
cada uno con dignidad y autodeterminación, aunque más no sea en los bordes,
sino marginalmente?
En
Argentina, se me ocurre, por ejemplo, llamar a un referéndum popular, similar
al que se llevó a cabo en Italia o en Venezuela (hoy silenciada vilmente en el
Mercosur) para que se vote pidiendo la renuncia de Macri offshore. Los cientos
de miles, que se quejan a diario de la atroz administración de este gobierno
oligarca para pocos y marchan sin destino, ¿se unirían a esta propuesta? Pues
en promesas de campaña este funcionario del ejecutivo argentino, lanzó un
discurso, que no ha cumplido, nos ha estafado, a plena la luz del día, al menos
a los que nos nutrimos de valores éticos y estéticos, como único valor de vida.
Deseo
comunicarles que nos han declarado una guerra. A los que están atravesando
momentos límites, en instancias básicas de sobrevivencia, no dejen de denunciar
desde su espacio de trascendencia, y al que no le llega el sonido del llanto
silencioso, de los miles que carecen de trabajo, techo y comida y se sienten
desechos ante el atropello de gobiernos falaces y ridículos, que sigan la fiesta
de la estafa y el fraude, bajo la molienda infame del genocidio que se está
llevando a cabo con nuestras vidas y la de nuestros hijos, ¿por qué voy a creer
que algo va a cambiar? Nada cambiará, excepto uno mismo.
Solo
tenemos una vida para vivir, debemos honrarla, y recordemos que lo esencial no
ha sido dicho, ni hecho, queda por crear un mundo a nuestra medida,
aquí-ahora-ya, en nosotros y por siempre.
“¡Qué
tiempos los que vivimos, hay que salir a defender lo obvio!”, Bertolt
Brecht
No hay comentarios:
Publicar un comentario